¿Y por qué no ha de ser verdad el alma? ¿Qué trabajo le cuesta al Dios que hila el tul fosfóreo de las nebulosas y que traza las tenues pinceladas de luz de los cometas incansables dar al espíritu inmortalidad?
¿Es más incomprensible por ventura renacer que nacer? ¿Es más absurdo seguir viviendo que el haber vivido, ser invisible y subsistir, tal como en redor nuestro laten y subsisten innumerables formas, que la ciencia sorprende a cada instante con sus ojos de lince?
Esperanza, pan nuestro cotidiano; esperanza nodriza de los tristes; murmúrame esas íntimas palabras que en el silencio de la noche fingen, en lo más escondido de mi mente, cuchicheo de blancos serafines... ¿Verdad que he de encontrarme con mi muerta? Si lo sabes, ¿por qué no me lo dices?