Un rimador obscuro que no proyecta sombra, un poeta maduro a quien ya nadie nombra, hizo este libro, amada, para vaciar en él como turbia oleada de lágrimas y hiel.
Humilde florilegio, pobre ramo de rimas, su solo privilegio es que acaso lo animas tú, con tu santo soplo de amor y de ternura, desde el astro en que estás.
¡Un dolor infinito labró en él con su escoplo tu divina escultura, como un recio granito, para siempre jamás!