Fuera, sonrisas y saludos, vals, esnobismo de los clubs, mundanidad oropelesca. Pero al volver a casa, tú.
En el balcón, en la penumbra, vueltos a los ojos al azul, te voy buscando en cada estrella del misterioso cielo augur. ¿Desde qué mundo me contemplas? ¿De qué callada excelsitud baja tu espíritu a besarme? ¿Cuál el astro cuya luz viene a traerme tus miradas?
¡Oh qué divina es la virtud con que la noche penetra bajo su maternal capuz!
Hasta mañana, salas frívolas, trajín, ruidos, inquietud, mundanidad oropelesca, poligononales fracs, abur. Y tú, mi muerta, ¡buenas noches! ¿Cómo te va? ¿Me amas aún? Vuelvo al encanto misterioso, a la inefable beatitud de tus lejanos besos místicos. ¡Aquí no reinas más que tú!