Solitario recinto de la abadía; tristes patios, arcadas de recias claves, desmanteladas celdas, capilla fría de historiados altares, de sillería de roble, domo excelso y obscuras naves;
solitario recinto: ¡cuántas pavesas de amores que ascendieron hasta el pináculo donde mora el Cordero, guardan tus huesas...! Heme aquí con vosotras, las abadesas de cruces pectorales y de áureo báculo...
Enfermo de la vida, busco la plática con Dios, en el misterio de su santuario: tengo sed de idealismo... Legión extática, de monjas demacradas de faz hierática, decid: ¿aún vive Cristo tras el sagrario?
Levantaos del polvo, llenad el coro; los breviarios aguardan en los sitiales, que vibre vuestro salmo limpio y sonoro, en tanto que el Poniente nimba de oro las testas de los santos en los vitrales...
¡Oh claustro silencioso, cuántas pavesas de amores que ascendieron hasta el pináculo donde mora el Cordero, guardan tus huesas...! Oraré mientras duermen las abadesas de cruces pectorales y de áureo báculo...