Por esa puerta huyó, diciendo: «¡Nunca!» Por esa puerta ha de volver un día... Al cerrar esa puerta, dejó trunca la hebra de oro de la esperanza mía. Por esa puerta ha de volver un día. Cada vez que el impulso de la brisa, como una mano débil, indecisa, levemente sacude la vidriera palpita más aprisa, más aprisa mi corazón cobarde que la espera. Desde mi mesa de trabajo veo la puerta con que sueñan mis antojos, y acecha agazapado mi deseo en el trémulo fondo de sus ojos. ¿Por cuánto tiempo, solitario, esquivo he de aguardar con la mirada incierta a que Dios me devuelva compasivo a la mujer que huyó por esa puerta? ¿Cuándo habrán de temblar esos cristales empujados por sus manos ducales y, con su beso ha de llegarme ella, cual me llega en las noches invernales el ósculo piadoso de una estrella? ¡Oh, Señor!, ya la pálida está alerta: ¡oh, Señor, cae la tarde ya en mi vía y se congela mi esperanza yerta! ¡Oh, Señor, haz que se abra al fin la puerta y entre por ella la adorada mía! ...¡Por esa puerta ha de volver un día!