Muerte, ¡cómo te he deseado!, ¡con qué fervores te he invocado!, ¡con qué anhelares he pedido a tu boca su beso helado! ¡Pero tú, ingrata, no has oído!
¡Vendrás, quizá, con paso quedo cuando de partir tenga miedo, cuando la tarde me sonría y algún ángel, con rostro ledo, serene mi melancolía!
Vendrás, quizá, cuando la vida me muestre una veta escondida y encienda para mí una estrella.
¡Qué importa! Llega, ¡oh Prometida! ¡Siempre has de ser la bien venida, pues que me juntarás con Ella!