Yo soy tan poca cosa, que ni un dolor merezco... Mas tú, Padre, me hiciste merced de un gran dolor. Ha un año que lo sufro, y un año ya que crezco por él en estatura espiritual, Señor.
¡Oh Dios, no me lo quites! Él es la sola puerta de luz que yo vislumbro para llegar a Ti. Él es la sola vida que vive ya mi muerta: mi llanto, diariamente, la resucita en mí.