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-Señor, ¿por qué si el mal y el bien adunas,
para mí solo hay penas turbadoras?
La noche es negra, pero tiene lunas;
¡el polo es triste, pero tiene auroras!

El látigo fustiga, pero alienta;
el incendio destruye, pero arde,
¡y la nube que fragua la tormenta
se tiñe de arreboles en la tarde!

-¡Insensato! Y yo estoy en tus dolores,
soy tu mismo penar, tu duelo mismo;
mi faz en tus angustias resplandece...

Se pueblan los espacios de fulgores
y desgarra sus velos el abismo.

-¡Luz...!

              -Yo enciendo las albas.

                                                         
Amanece.
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