Tan rubia es la niña que que cuando hay sol, no se la ve.
Parece que se difunde en el rayo matinal, que con la luz se confunde su silueta de cristal, tinta en rosas, y parece que en la claridad del día se desvanece la niña mía.
Si se asoma mi Damiana a la ventana, y colora la aurora su tez lozana de albérchigo y terciopelo, no se sabe si la aurora ha salido a la ventana antes de salir al cielo. Damiana en el arrebol de la mañanita se diluye y, si sale el sol, por rubia... no se la ve.