¡Ven acércate más! El campo umbrío, el cielo torvo y el ambiente frío, predisponen el alma a la tristeza. Ven, apoya en mi hombro tu cabeza; así, juntos, muy juntos, dueño mío.
Hablemos de tu amor; ¡de aquel soñado amor! Cuando el invierno desolado reina doquier, y pálidas se ahuyentan la ilusión y la fe, ¡cómo calientan los recuerdos benditos del pasado!
Ven, acércate más, mi dulce dueño... y en tanto agita con tenaz empeño la niebla gris su colosal cimera, sobre nosotros vuelque la Quimera el ánfora impalpable del Ensueño.