Yo no debo irme: tengo que esperar hasta que la muerte venga a llamar. ¡Tengo que esperar! ¡Cuánto tarda , cuánto!...
Pero el tiempo corre y a veces escucho, cerca de mi torre, entre las tinieblas, cauteloso andar... Mucho tarda, pero tiene que llegar.
Rejas insidiosas, rejas que vedáis para mí la vida, que cuadriculáis para mí los aires; impasibles rejas, duras a mis dedos, sordas a mis quejas: habrán de limaros mis firmes anhelos, y quizá una noche me abriréis los cielos.
Mucho, tal vez mucho tengo de esperar; pero al fin la muerte me vendrá a llamar.