Se ha retirado el campo al ver abalanzarse crispadamente al hombre. ¡Qué abismo entre el olivo y el hombre se descubre! El animal que canta: el animal que puede llorar y echar raíces, rememoró sus garras. Garras que revestía de suavidad y flores, pero que, al fin, desnuda en toda su crueldad. Crepitan en mis manos. Aparta de ellas, hijo. Estoy dispuesto a hundirlas, dispuesto a proyectarlas sobre tu carne leve. He regresado al tigre. Aparta, o te destrozo. Hoy el amor es muerte, y el hombre acecha al hombre.