Surge mi voz, y el invierno se convierte en primavera: florece la enredadera y brota el narciso tierno. Baja mi voz al averno y el fuego se torna frío. Al Dios del Cielo le envío unas décimas de amor y dice Nuestro Señor: -¿Quién es aquel pajarillo...? Ilumina el horizonte el fuego de mi palabra y piensa el pastor de cabras que se está incendiando el monte: Trunca su vuelo el sisonte, quiebra su nota el gorrión; enardecido el halcón grazna con ruido agorero y queda mudo el jilguero que canta sobre el limón. Luego, mi canto sonoro bajo la tierra se interna perforando una caverna que termina en un tesoro: Queda descubierto el oro, el platino y el diamante. Ruge Júpiter tonante, luchan Neptuno y Eolo y Orfeo le dice a Apolo: -¡Anda y dile que no cante...! Entonces calla mi voz y hay un silencio profundo como si no hubiera mundo o ya no existiera Dios. Nadie cosecha el arroz, nadie apaña el algodón. Y tirado en un rincón cuando termina mi canto, derramo tan triste canto que me duele el corazón...