¡Agua corriente eras y te me fuiste de las manos! ¿En que lecho de amor, hecha cristal, te habrás parado, corriendo solo dentro de ti misma a tu propio mar solo, ardiente y májico?
¡Oh fresco remolino, que empieza, eterno, en ti, y acaba, eterno, en ti, y prende lo que ansia en su raudal cuajado!