Cuenta Bebé dos meses no cumplidos, Pero burlando al tiempo y sus reveses, Como todos los niños bien nacidos Parece un señorón de 20 meses.
Rubio, y con ojos como dos luceros Lo vi con traje de color de grana En un escaparate de Plateros Un domingo de Pascua en la mañana.
Iban conmigo Concha y Margarita Y al mirar las dos, ambas gritaron: «¡Mira padre, qué cara tan bonita!» Y trémulas de gozo mi miraron.
¿Quién al ver que en sus hijas se subleva La ambición de adueñarse de un muñeco, No se siente vencido cuando lleva Dos duros en la bolsa del chaleco?
Ha vencido pensé: si está comprado, Y como es natural tiene otros dueños Mis hijas perderán el encantado Palacio de sus mágicos ensueños.
Pero movido el paternal cariño, Entré a la tienda a realizar su antojo, Y dije al vendedor: «Quiero ese niño De crenchas blondas y vestido rojo».
Abrió entonces la alcoba de cristales Tomó a Bebé, lo puso entre mis manos, Y convirtió a mis hijas en rivales Porque el amor divide a los hermanos.
«Para mí» -Concha me gritó importuna, «Para mí» -me gritaba Margarita, Y yo les grité al fin: «para ninguna» Con la seca aridez de un cenobita.
Reinó un silencio entre las dos profundo, Y yo recordé entonces conturbado Este axioma tristísimo del mundo: «Ser rival es odiar y ser odiado».
Y así pensé: no debo en corazones Que de la vida llaman a la puerta, Encender con el celo esas pasiones, Que el odio atiza y el rencor despierta.
La historia del amor con dos premisas, Iguala a la mujer y no os asombre; ¡Un muñeco en la edad de las sonrisas, Y en la edad de las lágrimas, un hombre!