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Han pasado muchos años
Desde aquella dulce vez
En que trémulos y a solas
Juramos amor y fe.
Has faltado a tus promesas,
Y yo he faltado también;
Y tú dices: ¡al fin hombre!
Y yo digo: ¡al fin mujer!
Y ninguno es el culpable:
¡La humanidad así es!

Eras muy rubia y muy blanca
Tus labios manaban miel:
Yo era niño, con el alma
Sin engaño ni doblez.
Nos encontramos ¿te acuerdas?
Al fúlgido amanecer
De un domingo: tú rezabas,
Y yo rezaba también;
Estábamos en el templo;
Me miraste, te miré,
Y palidecí, y tu rostro
Cubrió mortal palidez;
Y ya ni oímos la misa,
Ni nos dejamos de ver.

Después... recuérdalo, niña
Recuérdalo, sí, después
Pudimos hablar a solas.
¿Qué dijimos? no lo sé;
Juramos constancia eterna,
Mutua dicha, mutuo bien,
Ser en dos cuerpos un alma,
En dos almas una fe,
Amarnos hasta la muerte,
Y tras la muerte también.

Has faltado a tus promesas;
A mis promesas falté;
A otro ser le diste el alma;
Yo le di el alma a otro ser;
Fuimos los dos inconstantes;
Me olvidaste, te olvidé;
Y tú dices «al fin hombre»,
Y yo digo «al fin mujer»,
Y ninguno es el culpable:
¡La humanidad asi es!
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