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Para goces o duelos que sienta España,
Cuando el llanto o la dicha su faz enciende,
Tengo una lira humilde que la acompaña
Y un corazón de hermano que la comprende.

Por eso aquí de nuevo mi voz levanto
Y pido a pobres cuerdas sus armonías;
Ya lo sabéis vosotros, la quiero tanto
Que sus penas intensas las hago mías.

Yo vi de cerca todo lo que se encierra
De noblezas hidalgas en su recinto;
Sentí el sol de la Historia sobre esa tierra
Que vio el sol sin ocaso de Carlos Quinto.

Si allí buscáis leyendas encantadoras
Soñaréis que os arrullan notas lejanas,
De rabeles cristianos y guzlas moras
Bajo los minaretes de las Sultanas.

Soñaréis cabe albercas con arrayanes
En cautivas que lloran por sus donceles;
En alquiceles blancos y en yataganes
Sobre la verde cuesta de los Gomeles.

¡Ah! yo he visto la hermosa vega extendida
Que el Genil argentado de flores cuaja
Y soñé en otros tiempos y en otra vida
Mirando los jardines de Lindaraja.

Recogí de Granada los alhelíes
Que un sol de fuego esmalta con luz divina,
Y al cruzar por el campo de los zegríes
Me hablaba de mi patria la golondrina.

España nos recibe con regocijos
Porque colmar supimos su afán profundo,
Siente orgullo de madre que ve a sus hijos
Honrar, ya independientes, el Nuevo Mundo.

En cada leal amigo me dio un hermano
Que hizo suyos mis goces y mir pesares,
¡Porque basta en España ser mejicano
Para encontrar abiertos pechos y hogares!

Allí ninguno alienta rencor ni dolo
Al vernos vivir libres en otra esfera,
Pues saben que ostentamos de polo a polo,
Con honor y sin mancha nuestra bandera.

Ya no existe la España dominadora
Sino la Iberia hermana, que he conocido,
Y cuya lengua rica, dulce y sonora,
Honramos en la tierra donde he nacido.

Ya no existe la España grave y austera
Que lanzó en sus legiones fieros aludes,
Que Cortés hizo odiosa con una hoguera
Y vindicó Las Casas con sus virtudes.

Soldados de Alvarado; reyes aztecas;
Todos sois polvo vano; ya nada existe;
De aquella edad aun tiemblan las hojas secas
Del árbol que recuerda «la noche triste».

Se quebró la macana que el casco abolla;
La inquisición no ostenta tizones rojos;
Y al fundirse dos razas nació la criolla
De apiñonado cutis y negros ojos.

La de pies diminutos y andar galano,
La que junta con dulce melancolía
Lo humilde y apacible del tipo indiano
Al garbo y a la gracia de Andalucía.

¡Oh España! ¡oh noble España! tú nos
legaste
Una fe y una lengua; tienes derecho
A buscar en los pueblos que aquí formaste
El corazón hidalgo que hay en tu pecho.

España es igual siempre bajo tu rayo
¡Oh sol del patriotismo que la iluminas!
¡Resucitó a sus héroes del Dos de Mayo
Al ver amenazadas las Carolinas!

¿Cómo no tributarle justos honores
Al laurel siempre vivo que la enguirnalda?
Unamos nuestra enseña de tres colores
A su gloriosa enseña de rojo y gualda.

Hoy que triste se envuelve con gasa negra
Que le atara un espectro de heladas manos;
Cual fraternal tributo llegue a Consuegra
El óbolo que mandan los mejicanos,

¡Oh caridad sublime! ¡Sol que derramas
De amor y de consuelo rayos ardientes!
Mira cómo a tu influjo son nuestras damas
Los ángeles de guarda de los ausentes.

Campos ayer hermosos, son tristes yermos;
Escombros los hogares; las dichas, penas;
Los espíritus sanos gimen enfermos
¡Aliviad tantos males las almas buenas!

¡Oh! bien hacéis vosotras en ser primeras
En consolar amantes, tanta agonía;
¡Para aliviar desgracias ya no hay fronteras!
¡La Caridad no tiene ciudadanía!

¡Damas que sois las joyas de nuestro suelo
Y galardón y gloria de sus hogares;
Vuestras altas virtudes bendice el cielo;
Vuestra piedad un pueblo tras de los mares!

A la ofrenda tan noble que haréis mañana,
Yo la inscripción pusiera cual la merece:
Los ángeles de Anáhuac, para su hermana
La España de Cristina y Alfonso Trece.
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