A mí me han hecho los hombres que andan bajo el cielo del mundo buscan el brillo de la madrugada cuidan la vida como un fuego.
Me han enseñado a defender la luz que canta conmovida me han traído una esperanza que no basta soñar y por esa esperanza conozco a mis hermanos.
Entonces río contemplando mi apellido, mi rostro en el espejo yo sé que no me pertenecen en ellos ustedes agitan un pañuelo alargan una mano por la que no estoy solo.
En ustedes mi muerte termina de morir. Años futuros que habremos preparado conservarán mi dulce creencia en la ternura, la asamblea del mundo será un niño reunido.