¿Cómo sabe Andrea que la poesía no tiene cuerpo, no tiene corazón y en su hálito de niña pasa o puede pasar y habla de lo que siempre no habla? En la boca cuaja el mundo y a la luz de pasados que Andrea ignora para nunca su memoria es una casa nueva donde otros rostros vivirán, otros amaneceres, otros llantos. Mejor así. Todo lo que se hunde ahora, este tiempo que se disuelve, serán para ella páginas amarillentas olvidables. Un día sabrá que existieron como ella misma, entre lo imaginario y lo real. ¡Ah, vida, qué mañana cuando termines de escribir!