El abuelo me mira desde la foto de siempre, me mira desde el fondo de Rusia y otras desgracias. Desde el ghetto me mira. Dicen que escribió una carta a Dios para que inundara las casas de trigo, de vino y de pan ázimo en Pascua, y ató la carta a la pata de un pájaro que voló de país en país buscando el cielo. Me mira con las ojeras lentas de quien veló el espanto. Nunca me levantó en sus brazos. Nunca lo tuve, nunca me tuvo, nunca es la palabra entre los dos. Quiso que la verdad paseara por la calle y la cubrió con una máscara para que la quisieran. Esa máscara es su rostro en la foto. Le habrá pedido a Dios que no borre ni escriba nada porque todo podía ser peor. La foto está enferma, levanta una humareda de brazos que no se encontrarán. Empoza su linaje, me sigue como un perro.