Solo de ti, lleno de ti, esta tarde a las 7, el ciudadano de tu ausencia se palpaba la cara, la voz, los papelitos, deveras comprobando que tus ruidos andaban por sus huesos y en general que te habías ido. Golpeó puertas, teléfonos. La gran ciudad estaba equivocada sin tu pelo, señora y él sentía tirones detrás del corazón. A lo mejor era el tabaco, de todos modos yo soy otro: un pedazo de ti, alguien a quien castigan puertas, ruidos, teléfonos, y, andá a saber por qué, toda la parentela de la muerte.