la casa de la esquina ya no es un río ni llora/ todavía se queda al lado del café/ todavía parece una cara colorada/ pero no estamos vos y yo en el umbral tocándonos los miedos/la fuga del infinito mordido/ bajo la anchura de la noche -la más perdonadora- cruzábamos un mar de puertos desclavados/ si al deshacer la valija del tiempo encontraras tu vestidito de percal con salivas lunares/ ¿te lo pusieras de nuevo para barrer la vereda/ echar al agua sucia las ramas secas del deseo rompidas por nuestra torpeza en el umbral anterior?/ ¿y quién haría una hoguera con las convulsiones/las tenazas/ los cueros de tu voz?/¿lo que temblaba allí contra los muros/la pierna azul del pensamiento que vuela y vuela entre dos pieles?/ ¡caídas de tu voz donde la ciudad entera ardía!/ ¡crepitaciones de tu niña sobrevolando un instante blanquísimo! ¡allí donde los chicos del barrio se suicidan!/ ¡entre la voz de adentro y la de afuera!/ ¡entre el bosque deseante y la palabra!/ ¡por allí vos pasabas con un ramo de besos!/ ¡hembra/hembra/hembra/ que mezclás todas las heridas! ¡los dioses de oro con la tierra!/ ¡lujosa de odio y soledad!/