Si el aire se dijera un día: -Estoy cansado, rendido de mi nombre... Ya no quiero ni mi inicial para firmar el bucle del clavel, el rizado de la rosa, el pliegecillo fino del arroyo, el gracioso volante de la mar y el hoyuelo que ríe en la mejilla de la vela... Desorientado, subo de las blandas, dormidas superficies que dan casa a mi sueño. Fluyo de las paradas enredaderas, calo los ciegos ajimeces de las torres; tuerzo, ya pura delgadez, las calles de afiladas esquinas, penetrando, roto y herido de los quicios, hondos zaguanes que se van a verdes patios donde el agua elevada me recuerda, dulce y desesperada, mi deseo... Busco y busco llamarme ¿con qué nueva palabra, de qué modo? ¿No hay soplo, no hay aliento, respiración capaz de poner alas a esa desconocida voz que me denomine? Desalentado, busco y busco un signo, un algo o alguien que me sustituya que sea como yo y en la memoria fresca de todo aquello, susceptible de tenue cuna y cálido susurro, perdure con el mismo temblor, el mismo hálito que tuve la primera mañana en que al nacer, la luz me dijo: -Vuela. Tú eres el aire. Si el aire se dijera un día eso...