El sol es tiempo; el tiempo, sol de piedra; la piedra, sangre. La luz no parpadea, el tiempo se vacía de minutos, se ha detenido un pájaro en el aire. Se despeña la luz, despiertan las columnas y, sin moverse, bailan. La hora es transparente: vemos, si es invisible el pájaro, el color de su canto. La lluvia, pie danzante y largo pelo, el tobillo mordido por el rayo, desciende acompañada de tambores: abre los ojos el maíz, y crece. El muro al sol respira, vibra, ondula, trozo de cielo vivo y tatuado: el hombre bebe sol, es agua, es tierra. Y sobre tanta vida la serpiente que lleva una cabeza entre las fauces: los dioses beben sangre, comen hombres.