En filas ordenadas regresamos y cada noche, cada noche, mientras hacemos el camino, el breve infierno de la espera y el espectro que vierte en el oído: "¿No tienes sangre ya? ¿por qué te mientes? Mira los pájaros… El mundo tiene playas todavía y un barco allá te espera, siempre."
Y las piernas caminan y una roja marea inunda playas de ceniza.
"Es hermosa la sangre cuando salta de ciertos cuellos blancos. Báñate en esa sangre: el crimen hace dioses."
Y el hombre aprieta el paso y ve la hora: aún es tiempo de alcanzar el tranvía.
"Allá, del otro lado, yacen las islas prometidas. Danzan los árboles de música vestidos, se mecen las naranjas en las ramas y las granadas abren sus entrañas y se desgranan en la yerba, rojas estrellas en un cielo verde, para la aurora de amarilla cresta…"
Y los labios sonríen y saludan a otros condenados solitarios: ¿Leyó usted los periódicos?
"¿No dijo que era el Pan y que era el Vino? ¿No dijo que era el Agua? Cuerpos dorados como el pan dorado y el vino de labios morados y el agua, desnudez…"
Y el hombre aprieta el paso y al tiempo justo de llegar a tiempo doblan la esquina, puntuales, Dios y el tranvía.