En un poema leo: conversar es divino. Pero los diosa no hablan: hacen, deshacen mundos mientras los hombres hablan. Los dioses, sin palabras, juegan juegos terribles.
El espíritu baja y desata las lenguas pero no habla palabras: habla lumbre. El lenguaje, por el dios encendido, es una profecía de llamas y una torre de humo y un desplome de sílabas quemadas: ceniza sin sentido.
La palabra del hombre es hija de la muerte. Hablamos porque somos mortales: las palabras no son signos, son años. Al decir lo que dicen los nombres que decimos dicen tiempo: nos dicen. Somos nombres del tiempo.
Mudos, también los muertos pronuncian las palabras que decimos los vivos. El lenguaje es la casa de todos en el flanco del abismo colgada. Conversar es humano.