Los sucesivos soles del verano, la sucesión del sol y sus veranos, todos los soles, el solo, el sol de soles, hechos ya hueso terco y leonado, cerrazón de materia enfriada.
Puño de piedra, piña de lava, osario, no tierra, isla tampoco, peña despeñada, duro durazno, gota de sol petrificada.
Por las noches se oye el respirar de las cisternas, el jadeo del agua dulce turbada por el mar. La hora es alta y rayada de verde. El cuerpo obscuro del vino en las jarras dormido es un sol más ***** y fresco.
Aquí la rosa de las profundidades es un candelabro de venas rosadas encendido en el fondo del mar. En tierra, el sol lo apaga, pálido encaje calcáreo como el deseo labrado por la muerte.
Rocas color de azufre, altas piedras adustas. Tú estás a mi costado. Tus pensamientos son negros y dorados Si alargase la mano cortaría un racimo de verdades intactas. Abajo, entre peñas centelleantes, va y viene el mar lleno de brazos. Vértigos. La luz se precipita. Yo te miré a la cara, yo me asomé al abismo: mortalidad es transparencia.
Osario, paraíso: nuestras raíces anudadas en el ****, en la boca deshecha de la Madre enterrada. Jardín de árboles incestuosos sobre la tierra de los muertos.