Tengo que hablaros de ella. Suscita fuentes en el día, puebla de mármoles la noche. La huella de su pie es el centro visible de la tierra, la frontera del mundo, sitio sutil, encadenado y libre; discípula de pájaros y nubes hace girar al cielo; su voz, alba terrestre, nos anuncia el rescate de las aguas, el regreso del fuego, la vuelta de la espiga, las primeras palabras de los árboles, la blanca monarquía de las alas.
No vio nacer al mundo, mas se enciende su sangre cada noche con la sangre nocturna de las cosas y en su latir reanuda el son de las mareas que alzan las orillas del planeta, un pasado de agua y de silencio y las primeras formas de la materia fértil.
Tengo que hablaros de ella, de su fresca costumbre de ser simple tormenta, rama tierna.