Yo adoro a Lysi, pero no pretendo que Lysi corresponda mi fineza; pues si juzgo posible su belleza, a su decoro y mi aprehensión ofendo.
No emprender, solamente, es lo que emprendo: pues sé que a merecer tanta grandeza ningún mérito basta, y es simpleza obrar contra lo mismo que yo entiendo.
Como cosa concibo tan sagrada su beldad, que no quiere mi osadía a la esperanza dar ni aun leve entrada:
pues cediendo a la suya mi alegría por no llegarla a ver mal empleada, aun pienso que sintiera verla mía.