A la Discordia bélica y al rudo Ares... Anciano ya soy; por eso ayúdame para colgar mi escudo de este poste, y mis armas melladas y mi rudo casco roto, que en lides siempre llevé yo ufano.
Este arco también cuelga. Pues no querrás en vano que el cáñamo en él tuerza, porque brazo membrudo y fuerte, su madera jamás doblegar pudo. ¿O esperas que la cuerda logre templar mi mano?
También, para colgado, toma el carcaj de cuero donde tus ojos buscan las flechas del arquero que el viento del combate con su furor dispersa.
Está vacío, es cierto, pero serán halladas: búscalas en el campo de Maratón. Del Persa en la garganta, un día, quedáronse clavadas.