Ventisqueros azules, duros cerros erguidos de mármol y pizarra; llanos donde furente el viento arranca el trigo y el centeno; ¡torrente, riscos, lagos, y bosques llenos de sombra y nidos!
Antros y negros valles donde los perseguidos y desterrados, antes que doblegar la frente buscaron lobos y águilas en un clima inclemente, ¡sed benditos! ¡Y sedlo, barrancos escondidos!
Huyendo de la ergástula y duros opresores, dedicó el siervo Gémino esta columna un día a los Montes de la áspera Libertad protectores.
Y en estas cimas, donde la calma hace que vibre el silencio, en la atmósfera, pura, inviolable y fría, parece oírse el grito que lanza un hombre libre.