Brilla el cielo. Deslízase la barca en arenales. Los jardines florecen y el rocío argentino ya no irisa los prados al albor matutino. Huyen de los establos los bueyes y zagales.
Todo renace, y úrgennos ráfagas sepulcrales, y sólo el día es cierto para ti en tu camino, en que no han de indicarte los dados, el destino de ser rey de las mesas con sus goces triunfales.
Como la vida es breve, gocémosla. Ya artera la edad nos aniquila. En la región oscura y fría de las Sombras jamás hay primavera.
¡Ven! El campo sonríe, festín de vida franco, Ya es tiempo de que inmoles a Fauno, en la espesura, un chivo, o gorda oveja que luzca vellón blanco.