Un Ofir imposible de perseguir cansado, De ese golfo risueño fundaste en la ribera, Donde plantó tu mano la española bandera, Una Cartago nueva en país ignorado.
Quisiste que tu nombre quedara cimentado Sobre el suelo en que alzaste tu ciudad, y que fuera eternamente gloria de tu raza guerrera, ¡Mas tu anhelo escribiste sobre arena, oh soldado!
Cartagena abrasada bajo ardiente azul puro, Ve sus grises palacios derrumbarse y su muro, En el mar que la costa cavando se dilata;
Y hoy, Fundador, tan sólo brilla en tu alta cimera, Heráldico, testigo de tu ideal quimera, Bajo una palma de oro, blanca ciudad de plata.