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Al cerrarle los ojos, piadoso el musgo ha sido,
Porque en el bosque inculto buscaría ya en vano
A la que leche y vino vertió con blanda mano
En tierra que de vallas él mismo ha circuido.

A la yedra y las zarzas el lúpulo se ha unido,
Y a este divino escombro, con su verdor lozano
Se enroscan, ignorando si fue Pan o Silvano,
Y en la frente dos cuernos de hojas le han retorcido

¡Mira! Aún, alumbrándolo, resplandor vacilante,
Dos órbitas de oro le han puesto en el semblante,
Y la vida en él ríe como boca encendida;

Y parece que el viento que suspira y se queja,
El follaje, la sombra y el sol que ya se aleja,
De ése mútilo mármol han hecho un dios con vida.
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