La Reina, al son de fúlgidos clarines vibradores, desnuda, y en el lomo de un gran tigre tendida, ve, con la Orgía inmensa de que ella va seguida, el avance de Baco, del mar a los rumores.
y el monstruo, bajo el peso real, entre fulgores de sol radiante, huella la playa florecida; y al roce de la mano que conduce la brida, muerde, de amor rugiendo, de la brida las flores.
Sueltos sobre la espalda los dorados cabellos, uvas negras y de ámbar enlazadas en ellos, la Esposa no oye entonces el rugido estridente.
y ebria al fin de ambrosía su boca, y anhelante, y olvidando sus gritos hacia el infiel amante, ríe al próximo beso del Domador de Oriente.