Como Thymos siguiéndolo, Delfos lo vio anhelante, cuando el estadio hollaba por la turba aclamado, tal Ladas, sobre el zócalo, corre aún con pie alado, más raudo que en las cimas el viento vuela, errante.
Tendidos ambos brazos y el torso hacia adelante sudor de bronce en perlas luce en su sien cuajado; diríase que afuera del molde hubo saltado, cuando vida el artista le infundió palpitante.
y tiembla, y la esperanza con frenesí lo enciende. Parece que a sus labios el aire les faltara, y el gran esfuerzo que hace sus músculos distiende.
Desatado y frenético impulso lo enajena; y como si, corriendo, su pedestal salvara, a la meta y la palma va huyendo por la arena.