Con los brazos cruzados, con sus cofias de lino, Y de lana vestidas, o sencilla percala, Las mujeres, de hinojos, junto a la vieja cala, Mirando están las olas bajo el sol vespertino.
Y sin temor los hombres a vendaval marino, Con todos los de Audierne, de Paimpol y Caneala, Hacia el Norte partieron, para remota escala. ¡De cuántos ese día será el final destino!
Y sobre el oleaje que en la costa se estrella, Un canto va subiendo para invocar la Estrella Del mar, que cual consuelo fulgura esplendorosa;
Y el Ángelus, de pronto, que esas frentes inclina, De torre en torre vuela, de colina en colina, Y se extingue en el cielo de azul pálido y rosa.