Después de que hubo al bosque el Domador entrado, Las formidables huellas entre árboles siguiendo, Anunció el rudo choque, de un rugido el estruendo. Hundiese el sol, y entonces todo quedó callado.
Por entre matorrales y zarzas, aterrado, Un pastor de esos valles, que a Tirinto iba huyendo, Se vuelve, y ve con ojos de espanto, que el horrendo Monstruo surge, de frente, sobre áspero collado.
Y un grito lanza. Ha visto al terror de Nemea Sobre el cielo rojizo, con mirar que chispea, Con siniestros colmillos y repugnante traza;
Pues la sombra que invade el espacio anchuroso, Bajo la piel horrible que a Hércules disfraza, Al mezclar hombre y fiera, finge un Héroe monstruoso.