Es día de mercado. Gentío vocinglero. El toque de las doce suena en la Catedral. Todos la frente inclinan, en la mano el sombrero, Y hay silencio en la plaza y en la Calle Real.
Luego, desde la Audiencia, la voz del pregonero Grita que castigado con pena capital Será todo cismático, blasfemo o hechicero. «Yo el Rey», dice la Cédula, dada en el Escorial.
La siesta. Se oye el agua por el caño. Modorra. Monserrate, entre brumas, lentamente se borra. La tarde. Bellas damas se ven en un balcón.
Y bendiciendo al pueblo, la Plaza Mayor cruza, En su mula retinta, de pradera andaluza, El Arzobispo, en lento paseo a Fontibón.