Doraban tenues rayos fugitivos Del mar azul los líquidos cristales, Y ambos callados, ambos pensativos, Íbamos por la senda de rosales.
Tras un largo silencio, entristecida, Me dijo en baja voz: -«Tarde o temprano Volverás con el alma adolorida, Y te has de arrepentir... mas todo en vano».
-«Así será, pero el agravio es hondo» Le repuse, «y echada está la suerte; Y aunque el dolor a los demás escondo, Va en el dolor del corazón, la muerte»...
En la costa callada anochecía; Como manchas de sombra eran las palmas; Y lentamente, al regresar, caía Más oscura la noche a nuestras almas.