La gloria, con arrugas dejó su huella hundida De ese gran Caballero sobre la faz, severa, Y fulgor en su frente, que siempre irguió altanera, Lleva, de las batallas en que jugó la vida.
En Costa-Firme, en valles y cumbres, su aguerrida Y poderosa mano plantó la cruz doquiera, Y del Ande condujo su familiar bandera Hasta el golfo en que blanca se eleva la Florida.
Tu pincel en la tela, para los de su raza Hace que surja ahora, bajo férrea coraza, El noble antepasado, con su marcial decoro;
Y parece, anhelante, que su mirada busca, En un cielo metálico cuyo fulgor ofusca, El gran deslumbramiento de la Castilla de Oro.