¡Fue el combate espantoso, fue sangriento! Hizo estragos la muerte, cual desgaja Los árboles, y tala, cuando baja Rugiendo el huracán del firmamento.
Hoy aquí sólo se oye el grato acento Del labriego que el suelo en surcos raja, Y el ruido de la mies, que cual mortaja Los huesos cubre y se columpia al viento.
Donde antes la metralla asordadora Nobles vidas segó, con su hoz el fuerte Labrador siega mies contento ahora.
¡Llanura un tiempo en sangre humedecida, Monumento de honor, campo de muerte: Signe brotando de tu seno, vida!