Quiso el buen Carpintero terminar un estante, y encorvado en su banco, desde hora muy temprana, escofina y garlopa manejando se afana hasta que la madera queda lisa y brillante.
Ha visto muchas veces, con gozo en el semblante que a la sombra de un árbol, ya la noche cercana, a su lado la Virgen y su madre Santa Ana a sentarse han venido con el Divino Infante,
En el aire ardoroso no se mueve una hoja, y san José el escoplo dejó caer cansado, el sudor enjugándose que las sienes le moja;
pero Jesús, la frente cercada de áureo brillo, sigue en el fondo oscuro del taller, inclinado, viendo virutas de oro volar de su cepillo.