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En lágrimas el rostro, la mirada sombría,
Angustiadas, y suelta la cabellera al viento,
Las mujeres de Biblos, con canto que es lamento,
Van desfilando en fúnebre y lenta Theoría.

Porque en lecho de anémonas, donde la mano fría
De la muerte los ojos le cerró, macilento
Reposa, y perfumado con mirra y suave ungüento,
El que fue de las Vírgenes de Siria la alegría.

Hasta la aurora el coro siguió en triste gemido;
Pero Astarté lo llama, y se alza sonriente
El esposo que duerme de cinamomo ungido.

¡Resucitó el hermoso y amado adolescente!
Y es como rosa inmensa el cielo refulgente
Que un celestial Adonis con su sangre ha teñido.
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