El oro, viejo artista, que cincelaste un día De este libro en el lomo y en el canto bruñido, A pesar de tus hierros y de tu arte, ha perdido El brillo rutilante que en otra edad tenía.
Las cifras enlazadas que bello adorno unía En la piel fina y blanca, ya el tiempo ha desteñido, Y los ojos perciben, casi desparecido, El ramaje de hiedra que en el marfil lucía.
Tal vez aquí dejaron algo de su fragancia, Diana, María Estuardo, Margarita de Francia, Y hojearon sus páginas de artísticos diseños;
Y este libro que Clovis Eve doró paciente, Evoca, por extraña sugestión de la mente, Con el perfume de ellas, la sombra de sus sueños.