En vuelo silencioso, el gran Corcel alado, infladas las narices al peso que lo abruma, en vértigo los lleva, con un temblor de pluma, al través de la noche y el éter estrellado.
y ven borrarse el África en abismo nublado, después Asia... Un desierto… Y ceñido de bruma el Líbano. Y de pronto surge, blanco de espuma, el mar do hudiose Helea, bajo el rigor del Hado
y cual si fueran velas, infla el viento, potente, las alas que en su vuelo, de astro en astro fulgente, a los amantes hacen tibia cuna en su ascenso;
y mudos recorriendo su rumbo solitario, Ven, irradiando fúlgidos, desde Aries al Acuario, las dos Constelaciones en el azul inmenso.