La mirra ha perfumado sus miembros indolentes, Y sueñan en la plácida tibieza decembrina; y el brasero de bronce que la estancia ilumina arroja luz y sombras a sus pálidas frentes.
En púrpuras y cojines sobre lechos lucientes, un cuerpo a veces, róseo, o de piel ambarina. Se mueve, se Incorpora en un codo, o se inclina. Voluptuosa la túnica marca formas turgentes.
Sintiendo por su carne correr efluvio cálido, una mujer de Asia, de bello rostro pálido, despereza los brazos en fastidio sereno.
Y las hijas de Ausonia, rebaño de alegría, se embriagan con la rica y salvaje armonía de cabellos que ruedan sobre un torso moreno.