En las noches de insomnio, cuando el viento Se oye en los corredores cual gemido, Y, agrandado en la sombra, todo ruido Llega a la oscuridad del aposento,
Con qué amargura viene al pensamiento, A torturarlo, cuanto se ha perdido, Y cuanto «pudo ser y que no ha sido» Por propia cobardía o desaliento!...
Entonces, con la frente pensativa, Vemos que los recuerdos van pasando, Y nos arrancan lágrima furtiva;
Y son cual los cantares campesinos Que oímos por la noche, suspirando, En la gran soledad de los caminos. Y seguimos pensando en el mañana, Tal vez sobre arrasada primavera, En el azul de la ilusión primera Que la vida borró cual sombra vana;
En los ensueños de la edad lejana Que brillan ya con claridad postrera, Y en la amargura de una larga espera ¡Para encontrar cerrada la ventana!
Y entre la soledad aterradora Que en torno de nosotros se ennegrece, Pensamos: «¡cuándo asomará la aurora!»...
Y entonces, de terror sobrecogidos, ¡Cómo en la sombra el alma se estremece Con el recuerdo de los tiempos idos!