En medio de los hombres, amada, dulce y bella Cruzaba como una alba, como un radioso ensueño; Después su rojo labio dejó de ser risueño, Y semejaba, pálida, una enfermiza estrella.
Las puertas de un convento cerráronse tras ella; Era todo lo humano, para su amor, pequeño; Y hoy se abre ante sus ojos .el mundo azul del sueño, Y finge que su planta ya el Paraíso huella.
Lejos del mundo triste, donde el dolor es austro, Su alma es incensario, y aquella flor del claustro Derrama en torno suyo de santidad perfume.
Cerrado para siempre su oído a la lisonja, De rosas y de lirios riega el altar la monja, Y en éxtasis, orando, su vida se consume.