Ya la verde cigarra yace aquí, pasajero, Que por dos estaciones nutriose en el sembrado y cuya ala vibrante bajo su pie dentado, zumbaba en los citizos y pinos del otero.
La lira de los bosques desde el albor primero, la Musa de los surcos y el trigal, ha callado; para que el sueño suyo no vaya a ser turbado, sé muy leve sobre ella y prosigue ligero.
En medio del tomillo reposa solitaria. Fue erigida hace poco su piedra funeraria. ¡No termina de muchos así el vivir sombrío!
Un niño en esa tumba desconsolado llora, y en esa tumba deja compasiva la Aurora libación cada día de gotas de rocío.